Es pleno verano del 2000, el Sol ardiente, como pocas veces,
aunque no es de extrañar, pues, estamos en la época de las grandes sequias, más
en esta zona boscosa, en donde el Sol seca los arboles, las hojas mueren,
algunas quedan deformes; solo las cañas pueden sobrevivir a tan agobiante
infierno. ¡Ah! También las serpientes pueden pasearse libremente, por toda la
zona boscosa.
El
verano puede ser productivo para la elaboración de etílico, pues es tiempo de
zafra, es tiempo de cosecha de caña. ¡Ni tan malo resulta el Verano, si ha de
tomarse en cuenta el cese de las persecuciones contra la guerrilla! Es el único
tiempo en donde los guerrilleros pueden tener un asiento fijo, sin temor a ser
perseguidos o, en efecto, acribillados.
En medio de ese nubloso
clima está Issac, el vástago de un misionero norteamericano. La ubicación
geográfica es un tanto difícil, si ha de tener en cuenta que los
desplazamientos son constantes, menos en esta época, y por tal razón es difícil
establecer un punto exacto. Pero ha de suponer que estamos en medio de las
selvas colombianas y venezolanas, aunque últimamente nos hemos desplazados más
hacia el Oeste.
Es común escuchar las
palabras vulgares –obscenas- de los guerrilleros; como ver las hojas de Coca en
el suelo. ¡Al final a quién le importa! Nada de lo que aquí pasa importa, aquí,
lo único que importa es sobrevivir o seguir malviviendo. Pues tampoco debe ser
considerada vida eso que nos toca soportar.
La selva es la
verdadera tierra de los sacrificios: he visto como funcionarios y como grandes
mujeres de la vida pública han tenido que arrodillarse ante los pies de los
guerrilleros. Y eso no excluye a los hombres. Pues no hay excepciones. Solo
existe una vara, con la cual todos somos medidos. Las excepciones, aquí, no
aplican.
Cada hombre tiene una
misión que cumplir: los guerrilleros azotan con el lazo; los prisioneros son
azotados; y así todos cumplen con su rol. Pero no siempre se aplica ese método:
cuando algún prisionero es útil, se le asigna una misión, por ejemplo: el
misionero es un buen traductor. Cuando hay conflictos externos él se convierte
en el idóneo traductor de la guerrilla. Él tiene buen dominio del español,
además de su lengua natural. También ha aprendido algunas lenguas nativas o
indígenas.
Sin embargo, cuando debe pagar alguna imprudencia, ¡eso no
vale! Aquí, todos somos iguales.
Felipe Sterling Casso, República Dominicana.
Desde temprana horas de la mañana Issac llora, por el tímido
temor de la incompresible soledad, que ha de sentir. Pues su padre ha tenido
que salir con los guerrilleros. Y llora aun más, por no saber que
está pasando con su padre; por no saber qué pasa allá afuera. Creando un abismo
en su adentro, siendo aun mayor cuando solo ve la cara arrugada del hombre que
siempre lo manda a callar, la cara de Jack Love, un ex profesor de matemática,
que daba clases en un prestigioso instituto en Bogotá, de algunos 78 años de
edad.
Jack Love es un personaje con una descripción difícil. Es un
hombre sarcástico, aunque ayer –al atardecer-, muy tiernamente, antes que el
misionero llegara, le dio de comer a Issac. Pero en la noche se quitó la caja
de dientes, para ponérsela en la boca al pequeño Issac. Un niño de unos cinco
años de edad. Esto lo hizo mientras el niño dormía en la intemperie; y su
cuerpo yacía en el tronco de un árbol.
-Pequeño –decía Jack-,
¡así que tienes dientes!
Ya pasada la
medianoche, el misionero regresaba, custodiado por dos guerrilleros, y miró a
Issac, con esos dientes en su boca. No habría de ser adivino para saber quien
fue, para llegar hasta el sujeto responsable de tan vergonzosa escena.
-Dios, Dios, tan sólo
dame toda la tolerancia necesaria, tan solo prémiame con el acostumbrarme a
vivir entre el medio de estos hombres –decía el misionero-.
Mientras Jack se
quedaba mirando, desde el otro extremo del tronco, al misionero.
-Señor Jack, tenga sus
dientes. Cada noche le pido a Dios, ¿y sabe usted por quién ruego?
-¿Por quién? –Le
pregunta Jack al misionero-.
-Por usted –en ese
momento llegó un prolongado silencio. Jack se quedó asombrado, sin palabras que
pronunciar, hasta su cara cambió-. ¡Le deseo una feliz noche! –Para así
despedirse el misionero-.
Pablo Objio, República Dominicana.
Ya llegando el crepúsculo, el misionero sabía que debía
despertarse para salir con los guerrilleros. Pues él era un buen conocedor de
las plantas medicinales de la zona. Un medico naturalista, que había emigrado
hasta esas selvas en búsqueda de hierbas medicinales, que dieran con la
solución de una enfermedad que durante años él ha investigado.
Apenas
hizo el misionero salir, para Issac despertar con sus ojos llorosos, pues sabía
que otro largo día lo esperaría, que le esperaría la compañía de Jack.
Así salió corriendo
detrás de su padre. Pero fue un poco tarde, ya el misionero se había internado
en la selva con los guerrilleros, aunque la principal razón no fue esa, sino la
interferencia de Jack. Pues Jack desde siempre se ha caracterizado por ser uno
de los paramilitares más activos; por ser uno de lo que menos duerme. Por algo
he llamado el señor Noche. Los días que se le ve durmiendo son contables y muy
mínimos. Apenas uno o dos a la semana. Además en él quedan algunos recuerdos,
no tan buenos, y además es un veterano.
Jack llevó a Issac
hasta el bosque, el temor en Issac era evidente, una vez más, no tanto por él,
sino por su padre. Pues él sabía la peligrosidad que representaba el salir de
las casas de campaña. A pesar de su corta edad, él ya ha vivido situaciones no
tan gratas y, que, de cierta forma crean traumas. Entre esas situaciones le ha
tocado ver violaciones sexuales contra indígenas y contra los mismos
prisioneros. Pues esos hombres, esos guerrilleros son unas fieras endemoniadas,
que no respetan nada, que no tienen la mínima idea de la palabra respeto. Y no
solo el trato lo demuestra sino las formas en las que logran sus objetivos.
Pues al guerrillero se le ha instruido la violencia como modus operandi; la
tortura como mecanismo para sacar la información y amedrentar: la muerte para
acallar al enemigo; el chantaje para conseguir el financiamiento de su lucha, y
todo de un modo atípico.
Pronto las matas de
coca y marihuana se convirtieron en plantas comunes para Issac. Él no
necesitaba caminar mucho para verlas; ni afanarse mucho para ver a sus
consumidores, ¿quién no habría fumado en esas vidas tan disformes? El consumir
esas plantas también es parte de la cultura del guerrillero. Y su venta suponía
una buena vía de ingreso: esta es una de las escasas actividades que el
guerrillero puede llevar a cabo, sin temor a ser perseguido. Pues estas plantas
en su estado natural no representan ningún peligro para la sociedad, al
contrario, algunos afirman que resulta medicinal, entre ellos el mismo
misionero. De hecho el padre de Issac se le conoce como un consumidor de
primera –cuando le es permitido consumirlas-. En fin, Issac pronto se
acostumbró a convivir en un mundo leguminoso, donde le parecía normal. Pues esa
es la única vida que le ha tocado vivir, ¿por qué esta debe de ser anormal si
no ha vivido otra, si no ha visto otra?
Entrando casi la noche
Issac vio a su padre, después de haber pasado uno de los días más felices de su
vida; pues, esta vez, contrario a días anteriores, el viejo Jack no le hizo
ningún daño, ni siquiera una de sus maldades.
Muy emocionado le dijo
a su padre –el señor Jack es bueno-. Para sorpresa del misionero –pues sí, hijo
mio. El señor Jack es un buen hombre. Es un hombre que busca renacer-, le
respondió el misionero al hijo.
Luego al estar a sola
con su hijo le dijo “cuando salgamos de aquí, iremos al Ecuador, allá nos
espera un mundo dividido en dos".
-¿Un mundo dividido en
dos? –Respondió Issac-.
-¡Sí! El Ecuador es el
país de las divisiones geográficas de nuestro planeta.
-¿Y en el Ecuador hay
gentes buenas como el señor Jack?
-Hijo, en todo lugar
encontrarás gentes buenas. Es cuestión de identificación.
-Quiero que el señor
Jack se vaya con nosotros –le dijo Issac a su padre. No podía ocultar su
felicidad y su aprecio por el viejo Jack-.
-Cuando
hayamos salido te diré un secreto. Desde luego que nos llevaremos a ese viejo
cascarrabias con nosotros.
La
ingenuidad de Issac le hacia feliz al misionero. Pues su hijo no era absorbido
por ninguna emoción venenosa, a pesar de la difícil vida que debían enfrentar a
diario.
Aunque en ocasiones le
preocupaba ese sentimiento que en él nacía por Jack “cuando sea grande quiero
ser como el señor Jack... quiero ser muy fuerte como él –le decía Issac a su
padre-“.
-Hijo,
la fuerza no es únicamente golpear, existe una fuerza mayor, una fuerza que
siempre tendrás en ti, es la fuerza del deseo, la fuerza que construye las
metas, la misma que sirven de motivos para nuestras vidas, esa es la fuerza que
cada hombre debiera de procurar, que debiera cada hombre de sembrar.
-¿Padre,
sembrar?, ¿la fuerza se siembra como las plantas?
-Todo lo que tenemos...
pasa por ese proceso, si no siembras, no verás los frutos, debes de sembrar la
fuerza del bien para que veas los resultados del bien, y así serás un buen
agricultor.
Jean
Duarte, República Dominicana.
La delgada línea ultravioleta del Sol en el pico de la casa de
campaña donde suele descansar Isaac, coincide con el último humo que sale de la
extinta hoguera. Isaac abre los ojos lenta y vagamente, luego mira a su
alrededor en búsqueda de ver a su padre y darle los buenos días. Al ver que su
padre no está en la casa, como es de costumbre, se dispone a levantarse de la
cama, se pone la ropa y luego sus botas campales que con mucho cuidado las
limpiaba. Sale para afuera, para ver si logra ver a su padre, pero a quien logra
ver es a Jack el guerrillero, fumando otro cigarro y escupiendo a la vez
el suelo de la tribu.
- Buenos Días, pequeño –Le saluda Jack-, ¿cómo pasó la noche?
- Bueno, la pasé
bien, gracias a Dios, con calor, pero bien por lo menos y tratando de matar a
los bichos que intentaban picarme –le responde Isaac -, ¿usted ha visto a mi
padre?
-Cuando
me levanté lo vi, que iba con su Biblia y con alguno de estos salvajes, de
seguro, le debe de estar sacando los demonios de su tribu, para enseñarle lo
que es el amor de Dios –responde Jack-.
-Pero,
¿él dijo cuándo iba a volver?
-No, como bien
usted sabe, los guerrilleros no dan ese tipo de información o hacia donde van.
Pero ve a jugar por ahí, que te avisaré cuando llegue.
Isaac obedeció a
la petición de Jack. En el camino iba pensando si iba a corretear el alrededor
de la extinta hoguera o hablar con un infante nativo, hijo de algún
guerrillero. Al final se decidió por corretear la extinta hoguera. Luego de dar
par de vueltas siente que algo lo detiene, es ahí cuando dirige su mirada hacia
atrás. Varios metros atrás había dejado a Jack. De repente cambia de parecer,
ya no quería seguir correteando la hoguera sino que va adonde Jack.
-Disculpe
Jack, ¿podría acompañarle en su caminata por el bosque?
-Pequeño, esas caminatas no son para tu edad. No sabes los
peligros que trae esta selva, si es algo más sombrío que estar entre estos
sucios aborígenes –responde fríamente Jack, mirando con un poco de desprecio el
lugar-. Pero por ti pequeño, puedo hacer una excepción. Vete preparando
que este va a ser tu primer viaje de hombre de valor.
Saliendo ya de la tribu, Jack
mira con una mirada fría a uno de los guerrilleros, luego escupe el suelo, como
señal de que va a volver.
- ¡Esta bien,
señor Jack! ¿Cuándo sea grande puedo sé como usted?
Bernie Pérez, República Dominicana.
-¡Así que quieres buscar a tu
padre! –Dijo Jack-.
En ese momento Isaac, que estaba muy distraído por aquella
naturaleza tan absorta y sobre todo, porque temía encontrarse con algún nativo
enemigo (no solo de él sino también de Jack).
-Sí señor, quiero encontrarlo –respondió Isaac-.
-¿Y, no tienes miedo? –Le pregunta Jack-.
-Mi único temor, señor, es que mi padre no vuelva. Aunque sé que
él vivirá largos años. Y sé que algún día podremos viajar al Ecuador.
Jack preguntó asombrado, mientras se
quitaba una rama de encima de aquel viejo árbol “¿Cuándo te vayas te olvidará
de éste pobre viejo?”. Isaac se quedó mudo ante tal pregunta, ya que no deseaba
responderle, a pesar de que podía responderle en ese mismo instante.
-Señor Jack, la verdad no sabia si usted estaría interesado en
acompañarnos a tal viaje. Aunque mi padre ha dicho que usted irá y nos
acompaña. Además para usted siempre habrá espacio.
En Jack corrían unas pequeñas pero contenidas lágrimas, no se
había percatado que poco a poco se había enamorado de aquel pequeño niño.
Además una buena relación significaría su reivindicación como hombre; dejaría
un largo pasado sepultado, ¡cosa qué quería desde hacia tiempo! Esto sin
olvidar su compromiso con la guerrilla. Pues, no podía olvidar quién era.
Luego siguieron caminando, como si quisiesen llegar hasta el
Olimpo. Cuando llegan hasta un lejano punto y encuentran al misionero, el padre
de Issac, dando un sermón de reflexión, al parecer estaba predicando el
evangelio de Juan. Esto de cierto modo incomodaba a algunos nativos, quienes
preferían alejarse, con tal de no enfrentarse, pues también tenían claro de lo
muy capaces que eran esos hombres de la guerrilla.
Al finalizar el
sermón, el misionero se sorprendió al ver a Issac, más cuando lo vio junto a
Jack “¡Hijo, qué haces aquí con ese viejo cascarrabias!”, dijo muy risueño.
Al día siguiente, Jack se levantó, fue a la mesa donde se servían
varios alimentos, y encontró una nota, él pensaba que seria del misionero:
A cada segundo, minuto, hora, noche y día
tengo el placer de escuchar las plegarias de mi padre. Entre tantas de las
cosas que dice, siempre dice que debemos ser perdonado 70 veces 7. Aunque un
día, por no entender aquella plegaria, luego de mi padre haber concluido, le
pregunté cuál es el significado de perdonar tantas veces; más cuando sólo
perdonamos una y dos veces, no más de ahí; entonces me dijo que el perdón es
algo infinito, como el amor de nuestro amado Dios; como el universo y el aire.
En fin, lo que entendí que no importa qué tantas desgracias haya usted
cometido, o, en efecto, el hombre, ¡no! Eso no importa. Lo que importa es la
vida que se lleve después del perdón; y sí flaquea, no dude en volver a pedir
perdón.
Pero no era así, era una nota del pequeño Isaac.
Al leer esa carta, Jack sin más remedio, se arrodilló aun con la
carta en sus manos; y de su rostro caían lágrimas, las cuales no pudo
contenerlas esta vez.
Verenice Buitron, Quito-Ecuador.
En el atardecer del 14 de julio de aquel año, Jack cerró con rabia
la puerta de su contienda. La nota cayó curiosamente sobre un libro que su
título decía “La paz tiene necesidad de justicia".
Jack dijo: ¡con quimeras o desvaríos, los seres humanos viviríamos
mejor! ¡HOY,
justo hoy; triste noticia inesperada del niño Isaac, DIOS míos, donde está la
justicia! ¡Dónde está la libertad y la igualdad...!
Bellos recuerdos, recordó Jack, que iba pasando de la ira a la
paz.
-Yo acuso a los malos políticos que influyen en los asuntos de la justicia; a
la inercia de una sociedad dormida sobre el lecho de la superficialidad
–concluyó Jack-.
Sonia Cerrano, San Genaro, Argentina